lunes, 5 de enero de 2015

Viaje al Sur de España, Tercera Parte: Córdoba

Llegamos a Córdoba temprano en la tarde en día gris, lluvioso. La lluvia no era un chubasco sino una pertinaz llovizna de esas que llamamos en México chip-chipi y que son más una molestia que un problema.

Me sorprendió lo moderno de la ciudad. Esperaba que las tropas del Califa Al Hakam II nos marcaran el alto frente a las puertas de Qurtubah para preguntarnos que asunto nos traía a la capital del Emirato Islámico. En lugar de ello, encontramos una ciudad moderna de amplias avenidas y calles bordeadas de palmares e imponentes puentes franqueando el Rio Guadalquivir.




Las banquetas del bello Paseo de Córdoba

El tráfico de las calles era el propio de una ciudad de 325,000 habitantes; pero, era un tráfico tranquilo, sin agresiones, como si la gente no tuviera prisa por llegar a donde iban. Nos dio la sensación de estar en una ciudad tropical; y no por nada, pues el clima de Córdoba esta clasificado como subtropical-mediterraneo.

Nos había indicado la persona que nos rentó alojamiento mediante Air BandB que deberíamos de salid de la ciudad vía la carretera que va rumbo a Villa del Río, una población cercana. Nos dijo que buscáramos un restaurante llamado "Las Torres" que estaría a la orilla de la carretera. Una vez estacionados ahí, le deberíamos de llamar a nuestra anfitriona y ella vendría en su auto para guiarnos hasta su casa.

Esto resultó problemático pues nuestro GPS no encontró el camino a Villa del Río. La información del GPS respecto las calles de Córdoba estaba caduca. (Nota a mi mismo: JAMAS ir a otro país con información obsoleta en el GPS.) Los letreros tampoco nos sirvieron pues como es costumbre en España, una vez que uno está en la ciudad, los letreros dan pocas indicaciones de como salir de ella.

Afortunadamente, nuevamente nos rescató la policía. Vimos un agente en motocicleta que estaba platicando con el chofer de un auto. Nos estacionamos detrás del este y me acerqué al policía para pedir ayuda. Cuando el chofer del auto escuchó que estábamos perdidos, nos dijo que él era policía y ofreció mostrar el camino hacia Villa del Río.

Lo seguimos y pronto nos apuntó hacia una avenida que era la salida de la ciudad. Nos dijo que siguiéramos esa ruta y cruzáramos el puente. Efectivamente, una vez que estábamos en el otro lado del río, el señalamiento nos indicó el camino a Villa del Río.

El restaurante que nuestra anfitriona había indicado está a ocho kilómetros de Córdoba. Nos preocupó un poco estar tan lejos de la ciudad pero ya nos habíamos comprometido a esa reservación y decidimos seguir adelante.

Llamamos a nuestra anfitriona, ya estando estacionados frente al restaurante, y ella llegó unos diez minutos después. Resultó ser una mujer de baja estatura con un a cara y acento muy Andaluz. De sonrisa cálida y manera amigable, de inmediato nos agradó. Después de las acostumbradas presentaciones, la seguimos hasta su casa.

Fue una buena idea de ella el venir a encontrarnos pues el camino a su casa es un poco complicado. Se requirió cruzar la carretera, cruzar un puente sobre un arroyo y luego seguir un camino rústico, que no presentaba ninguna indicación o señalamiento, hasta un solar bien alejado de la carretera.

Pero, la casa resultó simpática y acogedora. Córdoba sufre fuertes calores en verano y la casa se construyo de acuerdo a ello: cuenta con una amplia veranda que esta cubierta y rodeada de plantas, la casa está orientada norte a sur para que los vientos que prevalecen corran por toda ella y las ventanas no estén a la merced del sol de la mañana o la tarde. A unos cuantos metros vimos una piscina que la anfitriona nos dijo comparte con las familias de sus hermanos y hermanas, las que viven en el mismo solar. El patio de la casa estaba en plena sombra gracias a grandes y viejos árboles. Encontramos que nuestra habitación, amplia y confortable, estaba en el lado norte de la casa, el lado más fresco de acuerdo a nuestra anfitriona.

Después de instalarnos en la habitación, nos sentamos en la veranda a tomar bebidas frescas que nos ofreció nuestra anfitriona. Le preguntamos el camino a la parte antigua de Córdoba, la Córdoba tras las murallas del Califa. Ella nos ofreció mostrarnos el camino.

La seguimos en nuestro auto y nos llevó hasta un gran centro comercial.

"Les aconsejo que dejen su auto aquí," nos dijo, "porque no está permitido estacionarse en la calles cercanas a esa parte de la ciudad y los estacionamiento de paga son muy caros. Estamos muy cerca y se puede caminar hasta ahí; hay autobuses y taxis que los pueden regresar hasta este centro comercial si están demasiado cansados para regresar a pie."

Compramos un par de paraguas baratos en la tienda de un Chino. Los inmigrantes Chinos parecen estar en todas as ciudades grandes de España y la mayoría de ellos son dueños o trabajan en tiendas que venden artículos fabricados en China.

La lluvia aminoro cuando íbamos caminando hacia la Córdoba antigua y pronto cesó de llover. La caminata resultó muy agradable pues el aire estaba fresco y perfumado gracias a la lluvia. Una vez que las murallas de la ciudad estaban "a tiro de piedra", como se dice en México, nuestra anfitriona se despidió y continuamos solos. En breve estábamos, como los bárbaros de la antigüedad, ante las puertas de la ciudad.

Esta es una de la antiguas puertas de la ciudad.


Esto es lo que encontramos una vez que estábamos dentro.

Es difícil describir fielmente la belleza de la ciudad, con sus paredes blancas y sus balcones llenos de flores. Pero, aún siendo tan bella hoy en día, no es lo que los relatos dicen fue en sus días de gloria cuando era una de las ciudades más grandes del mundo y un centro sin paralelo del arte, la literatura, la ciencia, los estudios religiosos, el comercio y la enseñanza.

A diferencia de ciudades que han sucumbido al comercio turístico, como Toledo, Carcassonne, o Taxco en México, la Córdoba antigua, la ciudad tras las murallas, aún es un lugar donde vive gente que lleva una vida normal y donde los pueblerinos son más numerosos que los turistas. Pero, siendo justos, hay que decir que los habitantes locales no se mezclan con las multitudes de turistas, sobre todo en los lugares más visitados como son la Gran Mezquita, la Catedral, o los jardines el Alcázar.



Los jardines del Alcázar.

No por ello quiero decir que la antigua ciudad no tiene su cuota de tiendas que venden chucherías y cosas para turistas. Si las tiene. Pero, no son tan abundantes como lo son en Toledo, por dar un ejemplo. De hecho, estas están restringidas a una pequeña parte del área intramuros. Esto fue una agradable sorpresa.


La sección de restaurantes de tiendas

Ese primer día lo dedicamos a estudiar el plan general de la vieja ciudad y a planificar la visita del día siguiente. Tomamos nota de como llegar a la Mezquita-Catedral, a los jardines, y a otros sitios de interés y, debido a que empezó a llover nuevamente, en que punto podíamos abordar un autobús para regresar al centro comercial donde habíamos dejado el auto.

Una vez que habíamos regresado a casa, nos sentamos en la veranda, en compañía de nuestra anfitriona, y compartimos vino, queso y jamón que compramos en el centro comercial. Nuestra anfitriona nos dijo que el gran solar donde esta su casa y las de sus familiares es de propiedad común entre todos sus hermanos y hermanas. Como toda familia gitana, les gustas vivir en comunidad, cerca unos de los otros, compartiendo cosas, ayudándose unos a los otros.

Al meterse el sol, el aire cálido y húmedo cedió su lugar a la brisa fresca de la noche. Dado que estábamos en plena campiña, como dijo García Lorca, "se apagaron los faroles y se encendieron los grillos." En la lejanía se escuchaba una guitarra y el canto suave de una voz femenina. "Son mij sobrina, que lej gutaa mucho tocaa la guitaa y cantaa," dijo la anfitriona con su acento gitano.

Nos retiramos temprano anticipando que el día siguiente sería largo y ajetreado.

Nos despertamos temprano la siguiente mañana. Tomamos café en la veranda y nuestra anfitriona nos ofreció lo que se come en el desayuno en el sur de España: pan tostado rociado de aceite de oliva y aderezado con salsa de tomate.

Nos fuimos en el auto. Nuevamente, nos estacionamos en el espacio cubierto del centro comercial. No hay estacionamiento en las calles cercanas a la ciudad antigua porque, como descubrimos, una ley municipal prohibe la circulación de autos en un amplio radio en torno a los vetustos muros para protegerlos de la contaminación. Solamente se permiten autobuses eléctricos y taxis híbridos así como calandrias tiradas por caballos. No se cuanto se respete dicha ley pero si es evidente la ausencia de smog en el área.

Por cierto, Córdoba, en su totalidad, está relativamente libre de contaminación. Los días que estuvimos ahí el cielo estaba claro y limpio; también le ayuda que los vientos del Mediterráneo ayudan a disipar el ambiente.

Una vez que estábamos dentro de los muros, nos apuramos a recorrer las estrechas calles hasta el gran patio que está frente a la Mezquita.





Esta es una de las varias calles que le llevan a uno desde una de las puertas de la ciudad hasta el centro de esta. Utilizando como guía la torre de la catedral, llegamos hasta el gran patio que aún utiliza el mismo sistema de canales de irrigación que los Moros instalaron hace más de mil años.



Esta fotografía no es muy buena, que digamos, pero claramente se ven los canales de irrigación del "patio de los naranjos". Al fondo se ve la torre de la catedral. Como descubriríamos aquí y en Granada, los Moros no solamente aprovecharon el agua disponible para cosechar granos y frutos, sino que también la utilizaron de manera genial para decorar y proveer confort. Por doquier instalaron fuentes que tranquilizan con su suave murmullo, espejos de agua que refrescan el aire y reflejan el azul del cielo. Los canales de distribución también proveen agua a macetas con flores y para la limpieza de las calles.

Encontramos que no había necesidad de apurarnos tanto pues el gran patio de los naranjos y la mezquita son tan amplios que a pesar de los numerosos turistas no se notaban amontonamientos ni largas colas para entrar a la Gran Mezquita-Catedral. Compramos los boletos y de inmediato entramos por la puerta principal.


¿Cómo describir algo tan sereno y perfecto pero que ha sido arruinado por la estupidez de un fervor religioso mal aconsejado? Uno puede ver la intención original de los arquitectos Moros que quisieron hacer sentir a los creyentes que estaban ante el infinito y la perfección mediante la repetición de columnas y arcos.


La amplitud de este espacio le permite a uno imaginar como era posible que devotos musulmanes pudieran sentarse en las partes más tranquilas de la Mezquita a leer el Corán mientras grupos de escuelas religiosas enseñaban a los niños a leer el Libro Sagrado y la voz lejana del Muezzin llamaba a los fieles a rezar ante la gran puerta que apunta hacia la Mecca.

Si bien las columnas nos pueden crear la ilusión que estamos en aquellos tiempos, la ilusión se rompe cuando al caminar uno entre estos delicados y bellos ejemplos del arte Musulmán se ve uno sorprendido por esto:


Con el deseo de borrar el Califato, desaparecer toda señal del Islam de Córdoba y doblegar el espíritu de la ciudad, Carlos V ordenó que la Mezquita fuera convertida en una Catedral cristiana. Sin embargo, cuando la visitó con motivo del fin del trabajo, dijo algo así según los textos: "...tomaron algo único en el mundo y lo destruyeron para crear algo que uno puede encontrar en cualquier ciudad." Yo me atrevería de ir más allá y al decir que violaron la perfección para producir una vulgar muestra de poder y vanidad.

Pero, lo que sobrevivió es de incomparable belleza. Me recuerda a aquel tipo de matemáticas llamado "Fractales" que toman una ecuación simple y mediante innumerables repeticiones producen objetos de complicada belleza. El arte del Islam es así. Toma una figura geométrica simple, la repite un sin número de veces, e incrusta entre el patrón resultante repeticiones de una frase del Corán para crear un efecto deslumbrante. No hay mejor ejemplo de este arte que la Mirhab, la puerta que apunta hacia la Mecca:



Sugiero que mi fiel media docena de lectores sigan esta liga para leer un poco más e informarse mejor sobre esta maravillosa construcción y su muy interesante historia:

http://en.wikipedia.org/wiki/Mosque–Cathedral_of_Córdoba#The_Reconquista

Pero, dado que debemos seguir con la narración de nuestra visita a la ciudad, les contaré que la tristeza que sentimos cuando vimos lo que se le había hecho a la Mezquita, se disipó cuando nos fuimos a deambular por las partes más tranquilas y serenas de la ciudad, es decir, donde viven los auténticos habitantes.

Caminamos sin rumbo fijo por una de las estrechas calles que conforman el corazón de la ciudad:


Esta calle, como tantas otras, lucía impecable: sus paredes pintadas de blanco, la limpieza de su empedrado, y hasta las ventanas que daban hacia la calles parecían haberse aseado con ocasión de nuestra visita. La lechada de los muros daba a las calles una apariencia prístina, como si la construcción de las casas fuera reciente. El reflejo solar hubiera resultado abrumador si no fuera por el verde de las plantas y árboles, así como las muchas flores que encontramos en el camino.


Las gruesas puertas de las casas y las rejas de sus ventanas eran señales de que los habitantes de esta parte de la ciudad deseaban que se respetara su privacidad. Sin embargo, cuando alguna puerta abierta lo permitía, pudimos ver, con la debida discreción, algo de los jardines interiores y patios como este:


O este:


Nosotros los Mexicanos heredamos de los Españoles el gusto por las plazas y los espacios abiertos en el corazón de los pueblos y ciudades; en ellos, la gente puede convivir, descansar y encontrar alivio del calor bajo la sombra de los árboles; además, estas plazas permiten sentir la esencia del pueblo porque generalmente se encuentran rodeadas por--y a la vista de los ciudadanos--los "tres poderes": la iglesia, el gobierno y el comercio.

Al final de una interesante calle,


...tuvimos que doblar a la derecha y encontramos esto:


Esto es lo que llamamos nosotros "una plazoleta." Es decir, un espacio abierto que no es la plaza principal de un pueblo pero tiene las características de estas. Encontramos que esta plazoleta contaba con un restaurante en un costado, el Museo de Arqueología en el otro y grandes casas residenciales en los restantes dos lados. En la foto se pueden apreciar unos grandes postes blancos en medio de la calle. Estos se bajan o suben para permitir o negar la circulación de vehículos. Solamente los residentes y vehículos oficiales cuentan con dispositivos que les permite circular por estas calles.

Nos sentámos bajos los árboles a beber y comer algo.




Notamos que un mesero del restaurante cortaba lonjas de un jamón "pata negra" entero. Le tomé una foto cuando iba saliendo del restaurante con el jamón pero no, desafortunadamente, cuando cortaba las lonjas. Pedí a nuestro mesero una "porción" de jamón y olivas condimentadas para acompañar nuestras cervezas. Ambas cosas resultaron a la altura de los acostumbrado en España: ¡excelentes!



Las casas frente a la plazoleta son mucho más sustanciales que aquellas que se amontonan a los lados de las estrechas calles. Esta es un ejemplo de ellas:


Disfrutamos de nuestro tranquilo y reposado almuerzo y sintiéndonos recuperados tomamos el camino de regreso al centro de la ciudad. Nos regresamos vía otra serie de calles igualmente interesantes.


Nuevamente pasamos frente a la Catedral con su masiva y poco elegante torre de campanario:


Y también frente a la otrora hermosa puerta Morisca que arruinaron con la "adaptación" que se le hizo para que portara iconografía Cristiana:


Salimos de la ciudad por lo que queda del tiempo en que los Romanos eran los dueños de Hispania: el llamado "Puente Romano."



El Puente Romano con su puerta fortificada

Quisimos regresar al centro comercial en autobús y por tanto le esperamos en la parada de las calandrias.


En esta calle de nombre muy apropiado esperan las calandrias a los clientes:


Digo que es un nombre muy apropiado porque los Moros amaban con pasión el agua y el río que se las brindaba: el Guadalquivir. La presencia de los árabes se siente aún en Córdoba pues esta está en la música, en los nombres de los lugares, en la comida y, sobre todo, en la arquitectura. Pero, y más importante, está en el espíritu de la ciudad que es donde su legado es más profundo. Como me dijo un residente, "Somos más Moros que Españoles."

De regreso a casa, comentamos que era una lástima que habíamos programado tan poco tiempo de estancia en Córdoba, la que merecía mucho más; nos prometimos que el próximo Septiembre dedicaríamos toda una semana a visitar no solamente la parte antigua sino también la parte moderna de la ciudad, la que también tiene muchas cosas que ofrecer.

Ya en compañía de nuestra anfitriona, tomamos vino y compartimos anécdotas sobre la ciudad. El día siguiente tomamos la carretera E5 hasta nuestro próximo destino: ¡Sevilla!

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