lunes, 24 de abril de 2017

Las Banquetas de la Ciudad de México



Siempre he pensado que la mejor forma de conocer una ciudad es caminar por sus calles. Le he hecho en todas las ciudades del mundo en que he estado: Paris, Chicago, Nueva York, Phoenix (a pesar del calor), Los Ángeles (a pesar de que nadie camina por las calles de esa ciudad), Monterrey, Londres, Madrid y tantas otras.

Últimamente me he dedicado a conocer más de la ciudad donde actualmente estoy: La Ciudad de México, o como le han re-bautizado CDMX. Debo admitir que no es la primera vez que estoy aquí, lejos de ello. Pero siempre la visité por cuestiones de negocio, y, por lo tanto, me trasladaba de lugar en lugar en auto personal o en taxi. De hecho, la última compañía para la que trabajé me tenía prohibido (por cuestiones de seguridad) usar otro medio de transporte que no fuera un auto del servicio proveído por el hotel donde me hospedaba, una verdadera restricción si uno quiere conocer la ciudad.

Ahora estoy aquí por razones personales y no tengo restricción alguna para desplazarme: camino, tomo el Metro, pido un Uber, en fin, me traslado con la libertad y el tiempo que esta nueva situación me brinda.

Por donde más camino es el barrio donde estoy alojado: La Condesa. Es una parte de la ciudad que es agradable para caminar, porque hay mucho que ver, como la comprueba el desfile de autobuses que portan turistas en “tours” y quienes desde el segundo piso del autobús nos contemplan a los “nativos” como si fuéramos animales de algún zoológico.

Yo he caminado a través de la mayor parte de las calles de La Condesa y si bien me divierte ver la variedad de cafés, restaurantes, librerías, parques, casas de la bella arquitectura neoclásica y art decó, y lo variado de los negocios que pueblan sus calles, lo que más me ha llamado la atención es el estado de las banquetas.

Últimamente, las autoridades de la Delegación han hecho un esfuerzo por subsanar el estado de las banquetas, pero debe uno admitir que es un trabajo titánico. La culpa del estado de estas no se puede achacar simplemente al descuido de las autoridades, ni tampoco a los terremotos que de cuando en cuando sufre la ciudad, aunque estos dos factores han hecho su parte. Tampoco se pude señalar la constante construcción y remodelación de casas y edificios que es consecuencia del flujo y crecimiento de la población. No, los mayores culpables del deterioro de las banquetas son, ¡los árboles!

Por doquiera que uno camina, es como deambular sobre olas de concreto o adoquines. Es evidente quién es responsable del daño pues los viejos árboles hacen lo necesario para estabilizar sus altos y pesados troncos y el dosel arbóreo que nos regala tan agradable sombra. En ciertas banquetas, los adoquines están esparcidos sobre la banqueta misma, como si fueran fichas de dominó sobre una gran mesa que gigantes jugadores han abandonado. En otras, he visto grandes cuadros de concreto que las raíces han levantado como si fueran las tapas de enormes cajas de zapatos. (No sé por qué, cuando veo estos grandes cuadros de concreto así elevados, me recuerdan las tapas de las cajas de zapato que el zapatero dejaba a un lado mientras me calzaba el par de mocasines que mi madre habitualmente me compraba antes del inicio de cada nuevo año escolar.)
¿Qué hacer ante el fenómeno? Dejar de caminar por las banquetas es inadmisible. Prefiero arriesgar un tobillo lastimado o un tropezón, que dejar de disfrutar de una caminata durante el fresco de la tarde. Además, no todo está en ese estado: vías como la Avenida Mazatlán, con su gran camellón, ancho y arbolado, ofrecen una agradable y segura alternativa, como lo atestiguan los numerosos dueños de perros que por ahí llevan a caminar a sus mascotas y las mamás que pasean a sus bebés en carriolas.

Cortar los árboles sería una tragedia y posible causa de una verdadera revolución pues no creo que los ciudadanos de la Condesa lo permitirían. Ahora bien, el problema no es exclusivamente de esta parte de la ciudad. He estado en otras colonias y delegaciones y el problema es general. Tampoco es exclusivo de la CDMX. Recientemente estuve en Cuernavaca visitando a amigos y las banquetas de la colonia donde viven mis amigos, Jardines de Cuernavaca, está tan onduladas como las de La Condesa.

He visto que en ciertas partes las autoridades han “remodelado” las banquetas, elevándolas de tal manera que las raíces de los árboles crezcan, sin impedimento, bajo de estas. Es una solución cara y que tardaría mucho tiempo en implementarse en todas las banquetas que están dañadas, pero no se me ocurre otra por el momento. Seguramente, tampoco se le ha ocurrido a las autoridades.


En fin, ver como las raíces de los árboles han dañado las banquetas me pone a reflexionar que algún día, cuando el hombre ya no exista sobre este planeta--o por lo menos sobre el Valle de Anáhuac--la naturaleza, recurriendo a su más formidable ejército, los árboles, se encargará de atacar y así borrar toda huella de nuestra presencia, como la ha hecho ya en las junglas del sur de México y Guatemala donde ha devorado pirámides enteras, o como lo ha hecho en Camboya y Tailandia, y otras partes del mundo, donde ha derrumbado complejos de templos y ciudades sagradas. Quizás esa sea la revancha de la Naturaleza por todo el daño que le hemos hecho a Ella. Quizás, también, eso sea lo más justo.

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